Corazones solitarios

Vivo en un pueblecito en el norte del país, trabajo para un cura escocés que no tiene mucho trabajo. La verdad es que estamos los dos solos en esta casa junto a la iglesia, la gente del pueblo más cercano ya no viene por aquí. De vez en cuando hay alguna pareja que le gusta la iglesia, apartada y pequeñita y se casan en ella. Entonces es un gran día para todos, el padre se pone sus mejores galas y yo decoro la iglesia con flores que recojo del jardín. Quizá lo que menos me guste es que cuando todo acaba tengo que recoger el arroz que les tiran a los novios cuando salen de la iglesia. No sé de dónde viene esa tradición pero deja todo perdido. Igual es que me recuerda su felicidad y que cuando se van yo sigo aquí.

 

Siento que los años se me están escapando en este lugar perdido y me siento muy sola. Por eso me he decidido a escribirles, para conocer gente. Aunque no pueda conocerlos personalmente, me encantará poder leer sus cartas y establecer una relación epistolar. Y quién sabe, puede que algún día nos lleguemos a conocer, ya tendré una excusa para salir de aquí y visitar a alguien.

 

Espero poder recibir noticias suyas muy pronto.

 

Sinceramente.

 

E.R.

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Voto por correo

Venía en el correo del lunes, una carta certificada de unos grandes estudios pidiendo el voto para diferentes categorías en las que películas producidas por ellos estaban nominadas al gran premio. La carta era políticamente correcta pero si se leía entre líneas se podía ver que si algún día necesitabas la ayuda del estudio para sacar adelante cualquier proyecto más te valía votar por ellos.

 

Naturalmente no hacía falta que se hubieran visto las películas simplemente hacer una cruz al lado del nombre elegido, meter la papeleta gigante en un sobre y enviarla por correo. Este año precisamente había visto algunas películas brillantes que naturalmente no aparecían en esa lista ni en ninguna de las que había llegado porque no tenían un grupo poderoso detrás apoyándolas. Esto era un negocio, puro y duro, gobernado por personas a los que el cine les importaba un bledo.

 

Cogió la lista y empezó a leer, mejor película, mejor director, mejor actor, mejor actriz, mejor actor secundario, mejor actriz secundaria. ¿Mejor actriz secundaria? ¿Era esto una broma? Bueno, no es una sorpresa del todo porque ya estuvo nominada hace unos años como mejor actriz principal. Está claro que quien no tiene padrino no se bautiza. Arrugó el papel en su puño y lo tiró a la papelera, todavía le quedaba un poco de dignidad.

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Salida de emergencia

Se acabaron los aeropuertos, me acaban de traer a casa el nuevo teletransportador HKR-37, la versión doméstica del SDR , más económica y se puede guardar en cualquier sitio. Ya no tendré que pagar un extra por el equipaje, algo habitual que todos llevamos si vuelas o igual es que se piensan que vamos a ir con las manos en los bolsillos, también nos pueden cobrar un extra por ir sentados en un asiento minúsculo donde no puedes estirar las piernas porque tienes el de enfrente pegado a tus narices o un extra por el bocadillo que llevas, si es de chorizo pagas menos que si es de tortilla, reglas de la compañía.

 

Aunque dinero no me voy a ahorrar mucho, por el momento estaré unos años recuperándome de esta compra, lo que sí voy a ahorrar es tiempo. Con el transportador no tengo que estar hora y media antes, hacer colas para facturar, para embarcar, para usar el baño, para comprar una revista, etc. Simplemente, cuando me apetezca, cogeré mi equipaje, como si quiero llevar 100 kilos, entraré en el invento y en unos segundos ya estaré en mi destino. El problema por ahora es que necesitas otro teletransportador en destino y de momento no todo el mundo tiene uno aunque dentro de unos años podrás ir a cualquier destino del mundo.

 

Ya no me sentiré como si estuviera entrando en Guantánamo, enseñando mi documentación, diciendo que no llevo explosivos en la maleta, pasando por un detector de metales mientras rezo para que no pite, dejando mis otras pertenencias para que las vean por otro dispositivo, viendo como mi bolsa va por otro camino y una persona se dispone a abrirla, sacar todo su contenido mientras me pregunta que es esto y aquello, llevarse la cámara para analizarla en profundidad y luego dejarte con todo eso desparramado para que tú lo metas de nuevo a la bolsa y encaminarte al siguiente puesto donde te tienes que quitar los zapatos y ponerlos en otra cinta. El siguiente paso me lo acabo de ahorrar, ya no veré como uno de los empleados se pone un guante de látex mientras te dice con su voz cansina: “Bájese los pantalones y reclínese aquí”. Sí, señor, ya no me sentiré como un criminal, la presunción de inocencia no existe en los aeropuertos, eres un criminal hasta que no se demuestre lo contrario y nosotros podemos hacer lo que queramos contigo y no podrás protestar o será peor para ti porque pasarás por más penurias además de perder el avión.

 

Gracias a dios todo eso ha cambiado para mí y ahora me puedo ir todos los fines de semana al destino que quiera ya que no tardo nada en ir y volver. De hecho ahora me voy a las islas Maldivas, he pasado mucho frío esta semana y necesito que los rayos del sol calienten mi sangre. Ya les contaré como funciona el HKR-37, espero no perderme en la unión espacio tiempo. Hasta pronto y sean felices.

 

 

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El momento

Esta tarde por un momento he sido feliz. Después del esfuerzo de la subida llegaba la recompensa de la bajada. Parece ser que para poder disfrutar hay que sufrir, aunque sea un sufrimiento buscado que hace más agradable la recompensa. Iba agarrando el manillar firmemente pero sin tocar los frenos, dejando a un lado los miedos y las excesivas precauciones y dejándome llevar sin ver muy bien el camino debido a la velocidad y a las sombras producidas por la vegetación. Pasando por los charcos llenos de barro producido por las constantes lluvias, por los desniveles en el camino que hacían que me pusiera de pie en la bicicleta. Ha sido precisamente el conjunto de vegetación, velocidad, ausencia de gente que me obligara a frenar, temperatura perfecta y That’s Life cantada por Frank Sinatra lo que ha hecho que ese momento fuera mágico. Esta tarde por un momento he sido feliz y eso es lo que cuenta.

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La sala perdida del museo

Aquí estoy, como todos los fines de semana, trabajando en el museo y como todos los días, más sola que la una. El museo es uno de los más importantes de la ciudad, por lo menos de los más populares, la entrada gratuita ayuda mucho, y siempre está lleno de gente. Cientos de personas lo visitan cada día, eso es lo que dicen y lo tengo que creer porque por mi sala no pasa nadie. Hace unas semanas ví asomar la cabeza a un señor oriental que se acercó a mí sigilosamente y en voz baja me preguntó por el baño. Yo pensaba que ya que había llegado hasta allí se quedaría un momento admirando las piezas encontradas en una excavación cerca de la ciudad, pero no, la naturaleza es la naturaleza y se marchó a paso ligero.

 

Mis compañeros de las salas más visitadas me miran por encima del hombro en el vestuario, aunque para disimularlo me dicen que soy afortunada por poder estar tan tranquila y no persiguiendo a niños que se sientan sobre las efigies egipcias. Yo les sonrío, asiento con la cabeza e intento salir hacia mi sala lo más rápido posible. Ayer pasaba por el mostrador de información cuando me enseñaron los nuevos planos del museo. Después de echarle un vistazo les dije que mi sala no estaba en el plano. Ellos me dijeron que eso no era posible y entonces juntamos todas las cabezas sobre el papel en busca de la sala perdida, incluso una cogió una lupa que lleva siempre en el bolso para no perder detalle. Después de unos minutos recorriéndolo con nuestros índices, llegamos a la conclusión de que mi sala era la 50a, con un tamaño más pequeño del que le correspondía según la escala utilizada, incluso el símbolo de los extintores era más grande.

 

Eso me dejó un poco triste así que decidí estudiar por mi cuenta lo que tenía en mi sala, he cogido unos libros de la biblioteca y me estoy informando de lo que realmente es lo que cuido. Lo bueno de estar en esta sala es que a mí también me dejan bastante de lado y puedo leer tranquilamente. Ya os contaré la próxima vez lo que he descubierto para que vengaís a verme, bueno, a mí no, a la sala.  

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Siete minutos

Es la última vez que le hago caso a mi amiga Celia y vengo a una cosa de estas, me dijo que sería divertido pero yo no le veo la gracia por ningún lado. Ya he estado con cuatro hombres cada cual más raro; está el que solo habla de él y no te deja meter baza, en sus dos variantes, el que solo cuenta desgracias y el que presume de cosas tan tontas como de tener un coche de gran cilindrada, seguramente pensaría que el solo hecho de oírlo haría que cayera rendida a sus pies y para desgracias ya tengo las mías, no necesito más, gracias. Aunque no sé si ha sido peor cuando me ha tocado el que no dice nada y te mira fijamente con cara de loco, vas hablando de trivialidades mientras piensas que si lo ves por la calle saldrás corriendo y no quieres ni imaginarte en lo que estará pensando él.

 

En teoría son siete minutos para cada uno antes de que toque una sirena y cambiemos de pareja pero creo que algunos minutos tienen más de sesenta segundos, a mí no me engañan. Mi amiga Celia parece encantada y cada vez que le he hecho señas para decirle que me iba me ha dicho que me quedara, que no fuera tan sosa. Parece que se acerca otro, esta vez por lo menos es físicamente agradable y tiene una bonita sonrisa.

 

-Hola

-Hola

-¿Quieres tomar algo?

Mira, el primero que se preocupa por mí, es un buen primer paso. -Sí, un Kas de naranja sin hielo, por favor. Y se va él mismo a la barra a pedirlo mientras en la silla de enfrente se sienta un nuevo tipo, le digo que ya está ocupada, que estoy con otro señalando al chico tan amable que ha ido a por mi bebida. Él me mira con cara rara y me dice que es el camarero. Me giro para comprobarlo y efectivamente lo veo al otro lado de la barra trabajando. Por unos segundos no sé muy bien que hacer pero al mirar a la cara de enfrente decido que el experimento ha acabado para mí y que voy a hacer las cosas a la manera tradicional.

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Para la mujer de hoy

Marta trabaja como redactora para una revista mensual de tirada nacional, la revista es mundialmente conocida y tiene su “revista madre” en USA por lo que normalmente ella se encarga de traducir los artículos que vienen de otras sucursales y adaptarlos al país. Cualquiera podría decir que el trabajo de Marta no es muy creativo, al fin y al cabo ella no estudió periodismo para acabar copiando los artículos que escriben otros, pero no es del todo cierto, el talento de Marta sale a flote cada vez que tiene que inventarse algo. En teoría es un trabajo de investigación del tipo “¿Son mejores amantes los deportistas o los sedentarios?” con comentarios de varios hombres de las dos secciones. Afortunadamente no hay que poner fotos así que solo tiene que elegir un nombre, una profesión y una edad, normalmente que no supere los 50 años. Su especialidad son los cuestionarios y esta mañana está escribiendo uno que se titula “¿Eres compatible con tu pareja en la cama? 10 claves para descubrirlo”. Está claro que si alguien tiene que hacer este cuestionario para saberlo la respuesta es NO, pero ella se lo pasa muy bien y de todas las publicaciones de la misma compañía es la que hace los cuestionarios más locos y divertidos. Alguna vez incluso los ha visto publicados en alguna revista hermana.

 

Solo falta un día para el cierre mensual así que está todo el mundo un poco nervioso, son los días de más trabajo, cuando la dirección dice que lo escrito es una mierda o que hay que escribir algo sobre “Sexo en los probadores de las tiendas. Mito o realidad” para completar el artículo sobre las rebajas. Marta se toma un descanso y baja a la cafetería que hay al otro lado de la calle para estar más tranquila, tienen una cafetería en el mismo edificio pero ahora mismo no le apetece hablar con nadie. Se sienta sola con su té rojo, ella misma escribió hace poco que el café es perjudicial para el contorno de ojos y se lo acabó creyendo, y un libro sobre Nueva Zelanda, su próximo destino de vacaciones si alguna vez las consigue. Cuando su imaginación ya ha volado hasta el otro lado del mundo, las risas de unas mujeres le vuelven a la realidad. Todas miran muy atentamente una revista, una lee lo que pone y las demás la interrumpen con comentarios, gritos y carcajadas. Su paz ya ha terminado, apura su bebida y sale de la cafetería no sin pasar cerca de la mesa para ver lo que tanto les interesa, en ese momento una dice: “El día que mi marido me sorprenda con una escapada romántica pensaré que mi matrimonio ha acabado. Esta gente no sabe de lo que escribe.” A lo que otra le responde: “Siempre puedes seguir los 7 pasos para ser la reina en la cama.” Marta ve con agrado que algunas personas no se toman muy en serio lo que escriben y vuelve al trabajo mientras las mujeres siguen haciendo su cuestionario del mes anterior.

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Fase REM

Un ruido indescriptible me despertó y cortó de golpe el estupendo sueño que estaba teniendo con Andrés Velencoso. Me importaba una mierda lo que había sido, como si los alienígenas estaban invadiendo la tierra, me había despertado y ahora no iba a poder continuar con el sueño. Me di la vuelta e intenté retomar por donde lo habíamos dejado cerrando los ojos cuando volví a oir otro ruido. No sabía muy bien si el ruido procedía de mi casa o de la del vecino, en estas casas modernas puedes oir toda la vida de los que te rodean sin ninguna dificultad, no necesitas ni un vaso puesto contra la pared, cosa que no sé si funciona pero que parece ser efectivo en algunas películas. La tercera vez que se repitió me dí cuenta de que había sido en el piso de arriba. No sabía quién vivía justo encima mío pero se había convertido en mi enemigo número uno en ese momento.

 

Ahora encima se oían voces, una masculina y otra femenina, bueno, la femenina más que una voz parecían unos gemidos. Estupendo, no podía dormir gracias a la vida sexual de mis vecinos, ya eran dos motivos para odiarles. Me tapé la cabeza con la almohada e intenté no seguir escuchando, algo que no podía evitar aunque me dé vergüenza admitirlo. Cogí los auriculares y me puse a escuchar la radio, después de un poco de zapping radiofónico, encontré un programa que no estaba mal del todo y así estuve hasta que oí las señales horarias de las 7 de la mañana, apagué la radio, encendí la luz y me levanté. Mientras preparaba el desayuno iba haciendo una lista mental de cosas que tenía que comprar: pastillas para dormir, naranjas, tapones para los oídos; no podía dejar que me pasara lo mismo otra noche o acabaría subiendo y montando un numerito, no quería ser esa vecina. Cuando bajé a la calle para ir a trabajar me paré un momento en el portero automático y llamé a mis vecinos para despertarlos, no se puede tener todo.

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Entre la tierra y el mar

Había nacido con lo que la gente denominaba don pero que a él le parecía una maldición. Desde pequeño escuchaba los problemas de la gente y ellos, después de hablar con él, sentían que se habían quitado un peso de encima, veían las cosas de un modo más positivo y estaban dispuestos a resolver cualquier inconveniente. Mientras tanto, el pobre Nico cargaba con las preocupaciones y las almacenaba en su interior, tenía una especie de disco duro virtual en el que se almacenaban las penurias de todas las personas que se acercaban a él. Como todo en esta vida, la capacidad de Nico para soportar eso tenía un límite. Con los años, la gente que hablaba con él cada vez era más y lo hacía más a menudo por lo que él no podía casi ni dormir, las voces de toda esa gente le retumbaban en la cabeza por la noche y los problemas de los demás los sentía como propios.

 

Un día decidió huir de su casa, de su ciudad y se marchó al extremo más lejano de su país, donde la tierra se acaba y empieza el mar. Era un día con bastante viento, nublado y con mucha humedad, dejó su mochila sobre una roca y se acercó al acantilado. Al llegar al borde unas cuantas piedrecillas se desprendieron así que dio un paso atrás para poder contemplar el paisaje sin ningún peligro. Su tensión era tal que abrió la boca y emitió el grito más desgarrador que nadie haya oído, junto con el aire iban saliendo por su boca todas las lamentaciones que había acumulado en su interior y que le estaban haciendo la vida imposible. Cuando acabó de soltar todo lo que llevaba dentro se quedó sin fuerzas, le temblaban las piernas y tuvo que sentarse en el suelo. El día continuaba gris pero él lo veía todo de otro color, un color brillante y lleno de vida. Parecía que había encontrado su otro yo y estaba dispuesto a seguir para adelante superando cualquier adversidad con la facilidad de un saltador de vallas.

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El contrato

Desde la publicación de su primer libro, su éxito no había hecho sino crecer, cada uno de ellos se vendía como rosquillas e incluso algunos habían sido adaptados al cine de una manera espectacular, algo muy difícil cuando se lleva una obra literaria a la gran pantalla. Todo parecía sonreírle hasta que firmó el contrato de su vida. La editorial le ofreció un contrato por sus próximos tres libros, era una cifra que nunca antes se había imaginado y que le haría el autor mejor pagado del mundo. El contrato se podía considerar como un adelanto de las ventas que tendrían sus libros viendo la progresión de sus anteriores obras, la editorial conseguía su exclusividad y no iba a perder dinero. Hicieron una gran fiesta para celebrarlo con la gente que él quería, nada de fiestas falsas, incluso trajeron a su grupo favorito para que tocara en directo. Todo el mundo estaba muy feliz menos él, no sabía porqué pero tenía un nudo en el estómago que no le dejaba disfrutar del momento.

 

El primer libro se publicó dos años después, todo seguía el plan previsto. No había sido complicado porque lo tenía casi hecho antes del contrato, ya tenía todas las notas sobre la historia y los personajes así que lo único que tuvo que hacer fue transformarlas en una historia. Cuando se puso a trabajar en el segundo se dio cuenta de lo que había hecho, ya no tenía más ideas guardadas en el cajón, ahora tenía que pensar en una y la presión no le dejaba hacerlo. Había probado diferentes técnicas: ponerse delante del folio todos los días y escribir aunque fuera una tontería hasta que surgiera la historia, viajar para encontarse con la historia por el mundo, quedarse en casa leyendo lo que otros habían hecho mucho antes que él; nada de esto funcionaba. La historia no quería salir, su cerebro estaba paralizado por la presión y el miedo, miedo a fracasar y no poder cumplir el contrato así que la solución podía ser acabar con él. Se reunió con su abogado y prepararon todo lo necesario para volver a ser un hombre libre. Tuvo que devolver parte del dinero. La editorial sabía de su situación así que no lo presionó más, veía que era un autor acabado, sus musas le habían abandonado y no iban a sacar nada más de él.

 

En cuanto cesó la presión, el nudo del estómago que le había acompañado todos estos años desapareció y pudo vivir más tranquilo. Naturalmente volvió a escribir porque esa era su vida aunque esta vez no entregó nada para que lo publicaran, ya verían la luz una vez muerto él. Esto sucedió dos meses después de que la editorial supiera de la existencia de sus escritos.

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